El conocimiento no tiene que ver ya con la erudición sin más (eso es pre-moderno). Ahora, en el siglo XXI, más importante que saber mucho es conectar críticamente múltiples informaciones dispersas. Hacer sentido, construir islas de significado en entornos caóticos y saturados es a lo que debemos aspirar en la contemporaneidad, además de lo único legítimo. Esta idea de las islas de sentido está emparentada con la metáfora de la constelación, "término astronómico que Adorno tomó prestado de Benjamin para designar un conjunto yuxtapuesto, más que integrado, de elementos que se resisten a ser reducidos a un común denominador, a un núcleo central o a un primer origen generador" (Jay).
Nunca me ha gustado la definición tradicional de inteligencia. Recuerdo la sensación, desde mis tiempos de estudiante de colegio, de que las matemáticas, la física y la química, que me gustaban y me divertían mucho, dejaban sin embargo fuera de su alcance cosas esenciales. Bien, recientemente (1993) se ha descubierto que hay al menos 7 tipos de inteligencia (Gardner), y que además la inteligencia analítica no es ni siquiera la más importante para la vida: es un reto pendiente “cambiar los mecanismos para identificar la brillantez de los estudiantes. Ahora se premia la inteligencia analítica, que no hace triunfar en la vida. Es mucho más interesante la emocional y la política.
La buena noticia es que esta última cita es del nuevo rector de la IE Universidad Santiago Íniguez. Enhorabuena: se acercan buenos tiempos para la creatividad con sentido.
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